El próximo 24 de marzo de 2016 se cumplen 40 años del último golpe de estado cívico militar ocurrido en nuestro país. Hace cuatro décadas comenzaba a escribirse la página más dolorosa de nuestra historia, caracterizada por la progresiva y sistemática violación de derechos, abolición del rol del Estado como ente protector y regulador social mutado en un estado terrorista, que al fomentar el terror en su más cruda expresión, produjo un debilitamiento progresivo y planificado del lazo social con las consecuencias subjetivas que el mismo implica y se traducen en el “algo habrán hecho”…
Dicho proceso se vinculaba a la intención de desarrollar el plan Cóndor, una organización clandestina internacional para la práctica del terror de Estado, que implicaba la coordinación y apoyo mutuo entre las cúpulas de los regímenes dictatoriales del Cono Sur Latinoamericano con la participación y coordinación de los Estados Unidos.
El resultado de este objetivo es por todos conocidos, aunque muchas veces olvidado o silenciado: seguimiento, vigilancia, detención, interrogatorios con torturas, seguidos de desaparición y muerte. Habiendo causado una herida que aún hoy intenta cicatrizar y ante la cual es fundamental sostener el ejercicio de la memoria.
Desde el Colegio de Psicólogos Distrito 1 pretendemos destacar la lucha de las diversas agrupaciones conformadas con la intención de buscar respuestas y echar luz sobre tanta oscuridad: Las Madres de Plaza de Mayo, Las Abuelas, La agrupación H.I.J.O.S, los nietos y todas aquellas agrupaciones de derechos humanos conformadas para sostener la memoria y llevar adelante propuestas de justicia para que paguen los culpables y de este modo poder hacer algo con el dolor. Reivindicamos a su vez la continuidad de los procesos jurídicos que se vienen desarrollando en nuestro país con dicho fin y compartimos el deseo de que se sostengan. No sólo para que el Estado restituya su rol de Garante de que los derechos se cumplan, sino también por la importancia subjetiva que estos procesos implican para las singularidades e historias de todos quienes fueron víctimas.
Finalmente consideramos que nuestra práctica, en cada espacio en el que nos desempeñemos, debe tener como horizonte la ética y la protección de los derechos de quienes nos consultan, tal como dice nuestro código de ética:
“Propiciamos para el ser humano y para la sociedad en que está inmerso y participa, la vigencia plena de los derechos humanos, la defensa del sistema democrático, la búsqueda permanente de la libertad, la justicia social y la dignidad como valores fundamentales que se traduzcan en un hombre y una sociedad protagonista, críticos y solidarios...”